Existe una famosa leyenda proveniente de oriente (se cree que de Japón concretamente) la cual nos narra que existe un hilo rojo invisible, cuyos extremos unen a las personas que están destinadas a encontrarse. No importa el tiempo, el lugar o las circunstancias de cada uno de ellos, el hilo rojo conecta a las personas sujetas a compartir un sino común. El hilo puede enredarse, estirarse o contraerse pero nunca romperse.
Da igual que las personas se encuentren en lugares lejanos del mundo, la vida que desarrollen o incluso que tengan o hayan tenido otras parejas. Llegará un momento en el que se encontrarán, seguramente en el instante y de la forma más inesperada. Pero se reconocerán y ya nada será igual con otras personas. Esto no quiere decir que este amor vaya a durar para siempre aunque sí dejará una huella imborrable.
Esta leyenda pone de manifiesto la creencia en el destino, en las almas gemelas o incluso en los acuerdos álmicos. Encuentros a través de hilos energéticos sutiles que nos conectan con aquellos que resuenan en nuestra misma melodía. En este sentido se podría aplicar a todas aquellas personas que son o han sido importantes para nosotros en algún momento de nuestra vida (familia, amigos, compañeros…).
No obstante, decidas creer o no en esta fábula cabe destacar que el amor también se construye día a día. Te guste o no, la pareja es tu mayor maestro ya que en él o ella verás constantemente el reflejo de aquello que proyectas desde tu interior, tanto tus virtudes como tus demonios internos. Ahí tienes la oportunidad perfecta de desarrollarte y crecer cimentando juntos una relación consciente que os lleve a un nivel de comprensión mutuo. El verdadero amor no es de las películas holliwoodenses sino el que se alienta mutuamente para ir creciendo juntos.
Sea como sea el Amor es la mayor fuerza que rige la vida. No solo el amor romántico sino el Amor como el sustrato universal que todo lo nutre y da sentido a la existencia. Es lo que en realidad somos, aquello que resuena en nuestro interior y nos guía desde lo más profundo.
Raquel Izquierdo Dasí