Las sociedades modernas ponen mucho empeño en clasificar, sesgar y dividir a los seres humanos de todas las maneras imaginables. A raíz de este empeño nació la clasificación de primer mundo y tercer mundo. Estos términos hacen referencia a los marcadores macroeconómicos que un país puede alcanzar. Sin embargo, este ranking tan solo obedece a lo que un grupo de poderosos traza según sus propios criterios.
En realidad, te encuentras en el primer mundo si eres capaz de pagar todo aquello que el sistema, del que formamos parte, te ofrece a través de falsas necesidades. Es decir, si eres capaz de asumir todo aquello que está por encima de tus necesidades básicas. Los países llamados desarrollados asientan sus bases en un sistema capitalista abocado a desfavorecer a los más débiles.
Por otro lado, si observamos a aquellos países que han sido etiquetados como tercer mundo nos cuestionaremos si realmente es así. Al poner la mirada en muchos lugares del mundo apreciamos valores elevados, a través de la hermandad que existe entre sus integrantes, y la conexión con la naturaleza.
En mi opinión el respeto por todo lo que a uno le rodea, la capacidad de vivir en el momento presente, dejar a un lado todo aquello que nos dijeron que necesitábamos pero que no era cierto, apreciar la belleza del mundo y saber escuchar a tu brújula interna para discernir qué es lo mejor para uno mismo en cada momento es vivir en el primer mundo.
Lo demás es pura ilusión o como muchos llaman es mátrix.